Las trabajadoras sexuales son con frecuencia vulnerables a sufrir distintos tipos de violencia. Es por esto que se ha creado éste área especializada e interdisciplinar.

Los casos más deleznables son los de TRATA DE PERSONAS PARA LA PROSTITUCIÓN FORZADA*, que el equipo multidisciplinar analiza y atiende de forma individualizada caso por caso. Hemos tenido la oportunidad de trabajar de forma colaborativa con distintas unidades de Policía Nacional y Guardia Civil en Andalucía, Comunidad Valenciana y Murcia. 

Al contrario de lo que se oye en los medios de comunicación, y en declaraciones de personas supuestamente expertas, la trata de personas no es la forma de violencia más frecuente entre quienes ejercen la prostitución, según la experiencia de casi 22 años de CATS.

¿Qué otras formas de violencia pueden sufrir las trabajadoras sexuales?

  • Explotación* y abusos en algunos lugares de trabajo por parte de los propietarios del local o negocio. Es probablemente la más frecuente, y también la más difícil de atajar, pues no existen instrumentos legales: la prostitución no se considera un trabajo en España. Por esto, no es posible – entre otros – exigir que se cumpla el Estatuto de los Trabajadores.
  • Violencia institucional o institucionalización del estigma: trato discriminatorio en servicios públicos, retirada de menores a cargo, exigencia de compromiso de abandono de la prostitución para acceder a determinados servicios, campañas que aumentan el estigma y el rechazo social hacia la prostitución (como el cartel del Ayuntamiento de Sevilla que puedes ver aquí):
  • Multas por ejercer la prostitución en determinados lugares (normativas municipales, Ley Mordaza…). Los recursos a estas multas suponen una carga importante de trabajo para CATS (pero, afortunadamente, suelen ganarse y las multas son finalmente retiradas).
  • Redadas (supuestamente para detectar “víctimas de trata”), pero que terminan deteniendo o incoando expedientes de expulsión a quienes no tienen permiso de residencia
  • Violencia de género
  • Violencia por parte de clientes que han interiorizado el estigma, que separa a las “buenas mujeres” (respetables) de las “malas mujeres” (de las que se puede abusar).

 

La desprotección de las y los trabajadores sexuales ante todas estas violencias por parte de las instituciones (excepto si se declaran víctimas de trata) se puede considerar una forma de violencia institucional, pues es una dejación de la función principal de lo público: la protección y el bienestar de la ciudadanía.

La existencia del teléfono de urgencias 24 horas de CATS, llevado por profesionales que hablan varios idiomas, y que las usuarias conocen y en quienes confían, ha sido crucial en varias ocasiones.

* El término “explotación sexual” es ambiguo, y puede tener distintos significados (beneficio económico de la prostitución ajena, explotación laboral en la prostitución, prostitución o incluso trata…) por lo que es preferible evitarlo.